NUEVA AÑORANZA

Como un liviano barrilete descolorido, zigzagueando muy alto, recorro el camino hasta donde comienzan los recuerdos.
Nos veo a los cuatro en aquel carnaval lejano. Papá, mamá, mi hermanito (mi admirado “nene”) y yo con mis tres orgullosos años vestida con el negro traje de dama antigua, hecho seguramente con algún retazo recuperado por mi madre y su mano magistral para bordar. Me habían sacado el plumerito teñido de rojo violáceo, inocente juguete para acariciar, porque no cesaba de moverlo y arruinaba la foto, por eso la cara de enojada.
Papá y mamá muy jóvenes, elegantes para el gran acontecimiento de la foto familiar. Mi hermano en su traje de aviador blanco que pronto ensuciaría y yo muy preocupada que no se borrara la pintura de mis labios.
En aquel momento éramos sólo cuatro, dos años después llegaría mi hermana menor para acaparar la atención de papá y mamá.
Quisiera volver a sentir esa sensación de protección pero hoy ya no están ninguno de los dos y yo aprendí a valerme sola. El camino de mi padre fue muy breve y nos dejó siendo casi niños. Ahora mamá, que al fin se liberó.
Me siento testigo de mi vida, es como que solo viera los acontecimientos con las emociones de un espectador sensible. Comparto sentimientos con mis hermanos, con el aviador que voló lejos con alas esplendorosas, pero siempre está, con mi hermana que está cerca y con esta añoranza nueva.