EN EL FONDO DEL POZO

El camino se torna áspero en algunos tramos. Obstinadas y grandes piedras obstruyen mi paso. No puedo sortearlas y tropezando caigo en un oscuro pozo.
Me acurruco herida queriendo volver al vientre materno mientras lloro de impotencia y rabia. Aquella niña que nunca lloraba y apretaba los puños, ahora llora todo el tiempo.
Intento salir pero mis manos heridas sangran y regreso al fondo del foso acurrucándome como un indefenso feto. Recuerdo a Alicia en el País de las Maravillas y temo que mis lágrimas inunden el pozo.
Desde la superficie me llega tu dulce voz pronunciando las seis letras de mi nombre. Respondo débilmente. Me regañas pero tu voz sigue siendo tierna.
“No puedo ayudarte” me dices. “Si fueras débil podría pero eres fuerte y es tu fuerza la que debe hacer que te incorpores y salgas” Replico, me quejó entre sollozos impotentes y tu voz dice esas palabras comunes a tu pueblo, inusuales acá en el sur;” “Ni modo entonces” “Ahorita no quieres esforzarte” “Entonces me salgo”
Sonrío entre lágrimas porque sé que no te irás. Vuelvo a intentarlo. Me duelen las manos pero logro salir y es tu mano la que me espera, siempre es tu delicada mano delgada y morena. Lo es desde aquella noche de diciembre cuando me dijiste; “Acá vine porque sentí tu llamado y sé que me necesitas”
Sigo andando sabiendo que “Alguien” te puso a mi lado cuando ya no quería continuar en el camino.